Una película de Minecraft, ¿qué tendrá que enamora a las nuevas generaciones?
- Carlos España García
- 30 abr
- 6 Min. de lectura
Lleva semanas arrasando en taquilla y, a pesar de que las críticas son bastante negativas, parece que nadie es capaz de entender este fenómeno

Hace unos días me armé de valor y decidí ir al cine a ver Una película de Minecraft, Minecraft a secas a partir de ahora, pues además de ser el título más soso de la historia, es un petardo de escribir.
Total, que ahí estaba yo, viendo un trailer tras otro de películas que me interesaban mil veces más que aquella que había ido a ver. Os pongo en antecedentes, hace años jugué a Minecraft y me gustó. Pero nunca llegó a convertirse en una obsesión por lo que, al poco tiempo, dejé de jugar. Es decir, conozco el universo, pero sólo en sus orígenes. El monstruo de memes y posibilidades en el que se ha convertido se me escapa y hace que me sienta muy mayor.
Y ahora lo sé. Era la única persona en la sala que tenía este problema. Lo que pasa es que como la sala estaba oscura, y yo había llegado con los trailers ya empezados, no podía ni sospechar quiénes eran las personas que me acompañaban en aquella estancia. Pronto lo descubriría.
Como no quiero entretenerme analizando la película, pues creo que alberga poco o ningún mérito cinematográfico, haré un resumen. En aquella sala oscura había dos tipos de personas. Uno, formado por todos los demás, que se divertía como nunca viendo la película y disfrutaba de cada una de las graciejas de sus personajes. El otro grupo lo conformaba yo, solo, bueno, yo y el peso de los años que no dejaba de sentir. Por mi parte, yo no pillaba casi ninguno de los guiños al videojuego, que eran constantes, y me sentía más perdido que en el Ikea.

Esta sensación no me abandonó casi en ningún momento. Digo casi, porque hubo dos o tres veces que sí capté la intención del guiño de turno. En esos momentos me sentí como Capitán América en el famoso meme. Sólo me faltó ponerme en pie y gritar: "¡Entendí esa referencia!". Pero ya digo, fueron las menos de las veces.
Ahora que entendéis mi estado general durante la proyección, estáis en disposición de comprender mi sorpresa ante algo que sucedió durante la proyección. En cierto momento del metraje aparece un cerdo que lleva una corona y un personaje pregunta: "¿Es un rey?"; a lo que Jack Black responde: "No, es una leyenda". Podría pasar por un diálogo sin más, pero lo que sucedió a continuación me pilló con la guardia baja. La sala entera se puso a gritar y corear la pantalla como si del final de End Game se tratara.
Esto sucedió tres o cuatro veces más antes de que terminara la película, incluida una vez al final cuando Jack Black hace un juego de palabras y forma el título del film: Minecraft. Esta última ocasión fue la peor de todas, pues los asistentes a la sala empezaron a lanzar palomitas y todo. Recuerdo que unas pocas cayeron sobre mí y me giré indignado para pedir explicaciones. Mi sorpresa fue total cuando descubrí que el "delincuente" era un chaval de unos quince años de edad. Pensé que había tenido muy mala suerte de tener a esa gente tan joven justo detrás, pero pronto comprobaría que me equivocaba.

Total, que la película terminó, y esta vez sí, toda la sala celebramos al unísono este hecho, yo porque me alegraba de que aquel espectáculo vacío y desprovisto de talento acabase, y todos los demás porque acababan de vivir las dos mejores horas de su vida. Fue entonces cuando las luces se encendieron y pude comprobar que la edad media de la sala era similar a la del chico que tenía justo detrás. Este hecho inesperado me lleva a unas cuantas reflexiones finales.
La primera es que Minecraft ha conseguido lo que parecía imposible, llevar a las salas de cine a gente verdaderamente muy joven. Cuando yo tenía esa edad, los cines estaban llenos de gente con mis mismos años, pero ahora los tiempos han cambiado y esta generación tiene otras formas de divertirse. Digo esto con conocimiento de causa, pues voy al cine una o dos veces por semana, veo todo tipo de películas, y nunca coincido con personas de esa generación.
Por eso afirmo que lo que ha conseguido tiene mucho mérito. Es difícil conseguir la atención de cualquier grupo de población, pero justo hacerlo de este, que a priori no tiene ningún interés en el cine y que además tiene otras mil fuentes de entretenimiento, es un hito que tardaremos años en ver.

Mi segunda reflexión es doble y sigue teniendo que ver con esos chicos jóvenes que coreaban sus escenas favoritas. Por un lado, queda claro que esta generación no entiende lo que es un cine, un lugar en el que debe imperar el silencio y el respeto a los demás. Que falte lo primero lo puedo llegar a entender, aunque en esta ocasión no por lo que explicaré en la segunda parte de esta reflexión; pero que no haya respeto a los demás me parece intolerable. Tirar palomitas a la gente que tienes delante está fuera de lugar y sólo demuestra que esta generación vive demasiado dentro de sus pantallas y poco en el mundo real. Lo digo porque en el mundo real te puedes llevar un susto por hacer algo así.
La segunda parte de esta reflexión, y que explica porque no acepto sus muestras de entusiasmo en la sala, tiene que ver con la motivación de las mismas. Acepto que una escena te emocione y aplaudas o hagas lo que sea, eso lo entiendo. Yo pensaba que esto es lo que había pasado en Minecraft, pero Alec, el director de NO HAY CHANCES, me explicó que no, que todo es fruto de una moda viral en Tik Tok.
Al parecer, en EE.UU. hubo gente que reaccionó así y se grabó. El vídeo se subió a internet y pronto se viralizó. Y lo que tenemos aquí es a un grupo de jóvenes repitiendo lo que otros han hecho únicamente por moda. No quiero ponerme moralista, pero me da pena esta actitud tan vacía y falta de personalidad de copiar lo que hacen otros sólo porque es viral.
Mi tercera reflexión tiene que ver con la película en sí. Ya he dicho que me pareció insustancial, pero hay una cosa que sí le reconozco. En los últimos veinte años se han hecho muchas películas sobre videojuegos y todas han decepcionado a los fans del producto original. Normalmente la causa se debe a que, aparte de tener poca calidad cinematográfica, el film en cuestión sólo usaba el videojuego como una excusa para traer gente a las salas y mostraba cero cariño por los fans. Minecraft es todo lo contrario. Toda la película es un gran guiño al videojuego y por eso ha gustado tanto a sus jugadores.
Y quiero darles un punto positivo por ello. Cuando haces una película sobre un videojuego, lo mínimo es gustarle a los fans de ese videojuego. Vamos, es tan lógico que resulta absurdo tener que decirlo. Lamentablemente, Minecraft es una excepción y por eso es justo reconocer su mérito.

Mi cuarta reflexión choca con la anterior y puede parecer contradictoria, pero no lo es. Como he dicho, lo mínimo que se le podía exigir a la película era gustar a los seguidores del videojuego, pero creo que su target debería ser mayor. Es decir, creo que esta película debería aspirar a contentar a más gente. Y la realidad es que no lo hace. Minecraft es una película imposible de disfrutar si no conoces el producto original y esto le resta muchos puntos. Ojalá hubiesen tratado de llegar a más gente y con ello haber hecho una película mejor.
Mi última reflexión responde a la pregunta que abre este artículo: ¿qué tendrá Minecraft que enamora a las nuevas generaciones? Y la respuesta es muy sencilla. Este film ha sabido dar con algo que interesa a los jóvenes, en este caso un videojuego muy popular, y al mismo tiempo ha sabido explotar el poder de las redes sociales, donde se mueven estos chicos, para darse publicidad.
O dicho con otras palabras, no es más que una buena idea impulsada por un gran marketing. Para terminar este artículo sólo quiero decir que, aunque a mí no me haya gustado, me alegra enormemente que una película llene salas; y del mismo modo, aunque podrían mejorar en educación, fue genial ver a gente pasándoselo tan bien en la sala. Sólo por esas dos cosas, me alegro de que exista Una película de Minecraft.
