El cine siempre ha tratado temas que nos impactan y nos mantienen pegados a la pantalla, y la obsesión no podía quedarse fuera
¿Quién no se ha sentido obsesionado con algo en alguna ocasión? Ya sea un examen, un trabajo o una relación que no termina de funcionar, lo cierto es que todos nos obsesionamos con relativa frecuencia.
Tras mucho tiempo reflexionando sobre este tema, he llegado a la conclusión de que está en nuestra naturaleza. Obsesionarnos con lo que sea es algo que tenemos la necesidad de hacer cada cierto tiempo. Yo, que me considero culpable de casi todo, reconozco que tengo esta vena autodestructiva seguramente un poco más marcada que el resto de mis congéneres.
Quizá por eso, la obsesión en el cine es un tema que siempre me atrapa. Pero creo que, a pesar de mis características personales, exageradas e intransferibles, no soy el único al que le sucede. Veamos tres ejemplos que han tratado este tema desde tres perspectivas diferentes.
Por ir en orden cronológico, la primera película de la que hablaremos es Cisne Negro. Esta película dirigida por Darren Aronofsky, y protagonizada por Natalie Portman, Mila Kunis y Vincent Cassel, narra la obsesión de una chica por ser una gran bailarina de ballet.
Cualquiera que haya visto la película habrá quedado impactado. Darren Aronofsky es un maestro a la hora de mostrar el lado más perturbador del ser humano, como lleva demostrando durante toda su filmografía.
En esta cinta se nos muestra a una chica que, sin duda, tiene talento para el ballet, pero que no logra mostrar lo que el director de la obra espera de ella. Y es que este es precisamente el punto fuerte de Cisne Negro, que lo comparten otras películas del mismo tipo. No se trata de personas mediocres, ni siquiera medianamente buenas en lo suyo, sino que siempre estamos ante auténticos prodigios que simplemente no están a la altura de las demás personas esperan de ellos.
La obsesión del personaje de Natalie Portman es tal que llega a sacrificarlo todo para conseguir su objetivo. Al final, la película se convierte en una especie de descenso al infierno de la locura. Una especie de Apocalypse Now, solo que en vez de un río, estamos en un teatro. La protagonista sacrificará su físico, su tiempo, su forma de ser e incluso su salud mental, con el objetivo de gustar a Vincent Cassel, el director de la obra.
Cisne Negro logra agobiarnos a pesar de que todo el rato estemos pensando que nosotros no seríamos capaces de algo así. Pero eso no impide que empaticemos con ella y nos pongamos en su lugar. Toda una lección de psicología humana que es inolvidable para todo aquel que la contempla.
La segunda película de la que quiero hablar es Whiplash, obra dirigida por Damien Chazelle en 2014 y protagonizada por Miles Teller y J.K. Simmons.
En este caso, seguiremos los pasos de un joven baterista que estudia en la escuela de música más prestigiosa del país. Su vida dará un vuelco cuando sea seleccionado para ingresar en la orquesta dirigida por J.K. Simmons, el profesor más valorado de la escuela.
Será entonces cuando empiece a vivir su infierno personal, ya que su profesor resulta ser tremendamente exigente e irrespetuoso, prácticamente un psicópata. Esto llevará al protagonista a dedicar el cien por ciento de su tiempo a practicar con la batería para estar a la altura de lo que su profesor espera de él.
Como ya dije en La Cantina del Cine, el podcast que deberías escuchar, la quiebra mental de este personaje está tan bien narrada que a veces da la sensación de que sufrimos más nosotros como espectadores que el propio protagonista.
A lo largo del metraje, asistiremos a sus múltiples fracasos tratando de impresionar a su profesor, que es la única cosa que podría hacerle feliz. Y es que sí, uno de los aspectos más desgarradores de Whiplash es precisamente ese: que nunca llegamos a creernos que él disfrute en ningún momento tocando la batería, y eso que se supone que es lo que más le gusta en el mundo.
La última película de la que quiero hablar es Perfección. Esta cinta, la menos conocida de las tres que vamos a tratar, fue dirigida por Richard Shepard en 2018 y está protagonizada por dos fantásticas actrices: Allison Williams y Logan Browning.
El título de la película, Perfección, ya lo dice todo. En este caso, las dos protagonistas son chelistas de una prestigiosa escuela de música donde no se tolera el más mínimo error. Ambas están obsesionadas con ser las mejores tocando el chelo, pero desde dos perspectivas distintas. Una de ellas, la mayor, piensa que su momento ya pasó, pero es incapaz de aceptarlo. De ahí, la problemática que envuelve su vida. La otra, una chica más joven, está hambrienta por conseguir triunfar y sacrificará todo para lograrlo.
Este es el punto de partida, pero muy pronto descubriremos que ambas, cuando eran niñas, atravesaron un infierno mucho peor del que nos temíamos. A pesar de ello, nunca desistieron en su intento de ser las mejores.
Perfección es la más cruda de las tres películas que traigo hoy; es la que te deja peor cuerpo. Esto se debe a que, en este caso, los profesores de las niñas cruzarán todas las líneas morales a la hora de educarlas. El relato de ambas es el más doloroso de todos los que he expuesto hoy.
Estas tres películas tienen muchos nexos en común, aunque el principal es uno claro: estamos ante protagonistas que deciden sacrificar su propia felicidad a cambio de reconocimiento. Y dejadme que os diga, como persona que comete este error casi a diario, que esto es un negocio de beneficios escasos y costes elevadísimos. No suele merecer la pena.
Pero es esta idea la que nos atrapa: esa vocecilla interior que nos dice: "Si les está destruyendo, ¿por qué siguen insistiendo? ¿Por qué no se rinden?" Ahí está la clave de la obsesión, en que no te puedes rendir. Y cada día que pasa es más difícil hacerlo, porque cada vez serán más los malos momentos acumulados en tu búsqueda del éxito; por tanto, más numerosos serán los sacrificios que has hecho y que serán en vano si te rindes. Para la gente obsesionada, el fin siempre justifica los medios, sean los que sean.
Sé que estarás pensando que esto no te podría pasar a ti, que tú no eres así y que jamás llegarías a esos extremos. Pero déjame decirte que te equivocas. Como decía al principio, esta búsqueda de reconocimiento, así como la capacidad de obsesionarnos para lograrlo, es algo que está en nuestra naturaleza.
Puede que no te haya pasado, o más bien, puede que creas que nunca te ha pasado. Pero, sea una u otra, lo cierto es que seguramente se deba a que todavía no te has enfrentado a un reto que quieras superar sí o sí.
No pretendo desanimarte. En realidad, puede que nunca te pase. Pero, por si acaso, es mejor que estés advertido del peligro, y considero que estas tres películas te pueden ayudar en ese sentido.
Y, una vez dicho todo esto, solo queda preguntarte: ¿cuándo fue la última vez que estuviste obsesionado? ¿Lo estás ahora? Y, lo que es más importante, ¿crees que serías capaz de darte cuenta?
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