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Querido lector, ¿a ti también te cuesta elegir qué película ver?

Hace ya tiempo que las plataformas digitales de Vídeo Bajo Demanda llegaron para quedarse y, desde entonces, elegir una sola cosa para ver se ha convertido en una labor titánica

Alex Garland en el set de rodaje de Civil War

¿No sientes que el exceso de oferta de las plataformas de streaming hace que elegir película se haya vuelto una tarea odiosa?


Quien estas líneas escribe, hace tiempo ya que dejó de ser un chaval. De hecho, y como siempre me gusta afirmar, cuando alguien es lo suficientemente benévolo como para escuchar mis quejas de persona a la que la vida le va razonablemente bien, estoy más cerca de los 50 que de los 20, de los 60 que de los 10...


Un auténtico drama personal que vivo con la mayor dignidad de la que soy capaz de dotar a mis lamentos personales. No revelo ninguna verdad secreta cuando digo que envejecer es un horror, pero no va de eso este artículo.


Más bien va de justamente lo contrario, de las virtudes de haber vivido, de lo bueno que tiene el llevar ya muchos años inmerso en este mejunje de dolor y buenos momentos al que llamamos vida. Y no, no hablo de que los años te hagan necesariamente más inteligente.

Niego la mayor. El idiota es idiota independientemente de lo que diga su DNI. Pocas cosas hay más fieles a uno mismo que un idiota convencido de su propia inteligencia. Pueden creerme, sé de lo que hablo.


En mis más de 35 años de vida he constatado numerosas veces lo idiota que puedo llegar a ser, y eso no ha sido óbice para cambiar mi actitud. Cambio los matices, los resultados finales de mis razonamientos, pero el idiota que vive debajo sigue tan vivo como siempre.


Mi confianza en mi propia inteligencia no se ha visto mermada a pesar de tantas pruebas en contra. ¿Y acaso no es esa confianza en la propia inteligencia superior de uno lo que define a un idiota?


Dejémoslo ahí, que nos estamos desviando. Decía que tener cierta edad tiene varias ventajas y así es. De todas ellas, me quiero centrar sólo en una y que no es otra que el poder haber vivido momentos históricos diferentes. Esto ha sido cierto siempre, pero para la gente de mi generación es aún más claro, pues hemos vivido una época de constantes cambios y evoluciones.


El mundo de mi niñez era totalmente distinto al de mi adolescencia y este, a su vez, parece un pasado remoto al lado de los tiempos actuales. Podría hablar de crecer sin un ordenador en casa, de la revolución que supuso internet o de esos aparatos que un día aparecieron en nuestros bolsillos y a los que tuvimos a bien llamar "móviles" a secas, pues de teléfono tienen cada vez menos.


Pero no, no voy a hablar de nada de eso. Voy a centrarme en el ámbito del cine, que para eso esta es la sección que Alec me ha adjudicado. Al menos hasta que, como dicen en la joya conocida como Starship Troopers, me muera o él encuentre a alguien mejor.


¿Y qué tiene que ver mi edad con el mundo del cine y las plataformas? Pues básicamente todo.


Homer Simpson de niño viendo la TV, imagen extraída de un capítulo de Los Simpsons

Yo crecí y desarrollé mi pasión por el Séptimo Arte en un mundo en el que no teníamos una miríada de películas y series para escoger. Nos teníamos que ajustar a lo que programaban las diferentes cadenas y en la mayoría de los casos veíamos lo que había puesto, ya que casi nunca teníamos ni dos opciones para elegir.


Eso desarrolló en nosotros un carácter flexible y que se adaptaba a todo con facilidad, pues nuestra capacidad para elegir lo que veíamos era, como ya he dicho, prácticamente nula. Esa noche tocaba ver Pretty Woman, no porque te apeteciera especialmente o porque no la hubieras visto, sino porque era la única película que echaban ese día.


El Canal +, ahora conocido como Movistar +, vino a cambiar ligeramente esto, ya que los que tuvimos la suerte de tenerlo de adolescentes, pudimos acceder a un catálogo más amplio que la gente que tenía que conformarse con la televisión tradicional. Pero no os engañéis. Había más películas, pero tampoco tantas que merecieran la pena, y al final acababas viendo de nuevo Pretty Woman, no porque te encantara, sino porque la oferta era muy limitada y de calidad regulera.


Y ese mundo que parecía tan estable e inmutable cambió de un día para otro con la llegada de Netflix. De repente el catálogo de opciones se multiplicó por cien y todos nos quedamos anodados. Más tarde llegarían HBO, Prime Video, Disney +, Filmin y un sinfín de nuevas plataformas que parecían satisfacer un mercado insaciable.


Es así como llegamos al momento actual en el que casi todo el mundo tiene varias de estas plataformas contratadas y cada noche puede elegir que ver entre una cantidad abrumadora de títulos. Pero la pregunta es: ¿acaso esto nos ha hecho más felices?


Y mi respuesta es un rotundo NO. En mayúsculas y negrita, si mi editor Alec así lo ve conveniente. Los motivos de este no son variados, pero voy a centrarme principalmente en dos.


El primero tiene que ver con una cuestión cuantitativa. Se trata, pues, de un asunto meramente numérico. Tener más donde elegir no siempre es positivo. Y no lo es por una sencilla razón. Elegir es, a fin de cuentas, rechazar. Es así. Cada vez que elegimos ver una película lo que en realidad estamos haciendo es renunciar a ver todas las demás. Y ahí radica principalmente el problema.


Si te dan a elegir entre dos films, la decisión será muy sencilla. Cogerás el que más te apetezca y no dedicarás ni un segundo de tu tiempo a valorar la opción que descartaste. ¿Pero qué pasa cuando la lista de posibilidades es casi infinita? Pues que uno siempre tiene la sensación de que esa película que tiene seleccionada en realidad no le interesa tanto y que seguro que si sigue navegando, si mira en la siguiente página, en la siguiente aplicación, encontrará una que le satisfaga más. Y este es el inicio del cuento del nunca acabar.


Que levante la mano quien nunca se haya sentido frustrado después de llevar más de 15 minutos buceando por los eternos catálogos de sus plataformas de streaming favoritas sin encontrar nada que le apetezca de verdad. Al final nos rendimos y ponemos lo primero que pillamos con tal de no seguir perdiendo tiempo y eso hace que empecemos a medio gas la experiencia de disfrutar de dicha película.


Pero hay otro motivo que se une al ya expuesto y que explica por qué este mayor abanico de posibilidades no se traduce en una mayor dosis de dopamina cinéfila. Se trata de aquellas ocasiones en las que la película o serie que queremos ver no está en ninguna de las plataformas que tenemos. Es entonces cuando nos asalta el desánimo y la desolación.


Zerocalcare viendo la televisión, frame excluido de la mini serie Cortar por la línea de puntos

No lo podemos negar. Cuando esto ocurre, nos pillamos tal grado de frustración que rivalizaríamos con un bebé al que acaban de quitar su chupete. Y es que sí, los enormes catálogos de nuestras plataformas han creado la falsa sensación de que todo está a nuestro alcance, pero no es así. Y es precisamente cuando se cumple la excepción que confirma la regla cuando peor lo pasamos.


Cuando éramos pequeños, tener que esperar meses para ver algo era lo normal. Incluso nos hacíamos a la idea de que ciertas películas nunca las volveríamos a ver a no ser que compráramos el correspondiente VHS o DVD. Pero lo llevábamos con la naturalidad del que no conoce otra cosa.


Ahora todo ha cambiado. Nos hemos convertido en niños malcriados que no toleran la frustración y que se pasan eternidades navegando entre catálogos inmensos de los cuales nada les llama la atención. Y a eso, precisamente a eso, hay algunos iluminados que lo llaman progreso.


En fin, ¿hay solución? Sí. Y seguramente sea tan sencilla como darse de baja de un par de plataformas durante un mes para volver a valorarlas como se merecen.


Pero no cuenten conmigo, mientras siga participando en La Cantina del Cine (el podcast que deberías escuchar) mucho me temo que no puedo renunciar a ni una sola de las plataformas que tengo contratadas. Aunque a veces las odie, aunque las maldiga un día sí y otro también. Son mi maldición, pero también son mi mejor nexo con lo que más disfruto en esta vida: el cine.


Y sí, puede que esta pataleta en forma de artículo sea exagerada. Pero es que es lunes (al menos lo es mientras escribo esto, a saber cuándo lo publica Alec), acaba de terminar un puente que para mí ha durado cinco días y, además, ayer dejé de fumar.


Supongo que son demasiadas emociones juntas para que pueda ofrecer una versión más estoica de mí mismo. Sé que sabrán perdonarme. Ahora, solo queda lanzar mi pregunta.


¿No sientes que el exceso de oferta de las plataformas de streaming hace que elegir película se haya vuelto una tarea odiosa?

Homer Simpson viendo la TV, imagen extraída de un capítulo de Los Simpsons

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